21
diciembre 2023

Formando profesionales leales al deber como la brújula al polo

El 6 de diciembre, el Consejo Superior de la Universidad Adventista del Plata (UAP), votó la renovación del Modelo Educativo institucional.

La Universidad, como campus confesional gestado en 1898, se brinda a su comunidad con principios y valores inalterables. Esta virtud es el resultado de la convicción de los pioneros que proyectaron esta Casa, sostenido por un trabajo en red con otras instituciones del mundo, que conforman el Sistema Educativo Adventista, labor que es transversal al respeto y compromiso con los valores democráticos y el respeto a los derechos del hombre, cosmovisión que revela su dependencia de Dios como creador, redentor y restaurador.

El Modelo Educativo es un factor identitario institucional, una herramienta significativa, que provee al alumno, al docente y a la comunidad educativa, un norte y un marco de sustento acerca del perfil profesional que propone la Universidad, centrado en el concepto de educación integral (desarrollo armonioso de las capacidades físicas, mentales, sociales y espirituales de los estudiantes).

«Este Modelo acompaña el devenir de esta Casa desde hace 125 años –puntualiza el Mag. Horacio Rizzo, rector de la UAP–. Con un trabajo denodado, a lo largo de más de un año, se logró dar una forma orgánica, estableciendo un parámetro y valores que servirán de criterios para las decisiones que se tomen para las acciones a futuro. Con mucha satisfacción deseo agradecer a todos los equipos que estuvieron involucrados en este proceso».

Esta matriz acompañó el desarrollo institucional desde sus orígenes y el paso del tiempo cambió el escenario y presentó nuevas demandas, las que fueron aseguradas con esta renovación, que fuera votada y registrada por el Consejo Superior Universitario. «La pospandemia dejó instalado un mundo distinto –afirmó el rector de la UAP–. Hemos aggiornado este modelo con los antiguos fundamentos, pero adaptados a la realidad actual».

Esta cosmovisión educativa Institucional, que pivotea en una clara declaración de Misión y Visión, está constituida por valores trascendentes, fundamentados en los principios de las Sagradas Escrituras. «Los cinco elegidos representan a la UAP y motivan a cada componente de esta institución a brindarse bajo este legado que se nutre en la Biblia –consigna el Mag. Rizzo–. Y estos valores tienen su razón de ser las necesidades de las personas de este tiempo:

                Excelencia: Creciendo permanentemente procurando alcanzar los más altos niveles de desarrollo profesional y personal, reflejando el carácter de Cristo mediante la asistencia del Espíritu Santo.

                Servicio: Participando activamente en el plan de Dios empleando nuestros dones y competencias para promover el desarrollo y el bienestar de la comunidad local y global.

                Respeto: Valorando a todas las personas como seres creados a imagen y semejanza de Dios, estableciendo vínculos dignificantes, entendiendo que la cosmovisión bíblica-cristiana reconoce el libre albedrío, la libertad de conciencia, pensamiento y acción.

                Integridad: Procurando la coherencia entre los pensamientos, palabras y acciones, en armonía con los principios éticos de la Biblia.

                Confianza en Dios: Abordando todas las situaciones del diario vivir con la convicción de que Dios tiene un propósito, un plan para cada persona».

Continuando con su alocución, el Mag. Horacio Rizzo afirmó: «Y estos fundamentos tienen que ver con las necesidades de todos, y es la certeza de integración que nos otorga la confianza en Dios, más aún, en un clima de mucha incertidumbre. Estos valores, y en este contexto, son un insumo primordial para la formación de profesionales que sirvan con excelencia y alumbren en un mundo que requiere de “hombres que no se compren ni se vendan, hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas, hombres que no teman llamar al pecado por el nombre que le corresponde, hombres cuya conciencia sea leal al deber como la brújula al polo…” (Elena G. de White, La Educación, pág. 54)».