16
abril 2020

Reflexionando acerca de la virtualidad

Cierta vez escuché que enseñar es transmitir información, y que la forma en que esa transferencia se realiza es lo que le da el apellido a la enseñanza. Entonces tenemos enseñanza tradicional, enseñanza innovadora, enseñanza presencial, enseñanza a distancia, enseñanza virtual, entre otros.

Los docentes nos preparamos para llevar adelante la enseñanza en el ámbito que nos toca desempeñarnos y generalmente estamos en la búsqueda de nuevos métodos que nos permitan optimizar nuestra tarea. Fui formada en la enseñanza tradicional y vivo en la búsqueda de nuevas metodologías para que mi enseñanza pueda ser innovadora. Pero siempre llevé adelante mi tarea en un aula, en contacto directo con mis alumnos, a los cuales puedo ver a los ojos y decodificar en sus miradas si me entendieron o si debo repetir un concepto.

Los jóvenes que hoy están en nuestras aulas, la llamada Generación Z, manejan internet y pasan muchas horas del día ante pantallas, no sólo estudiando, sino que todo su mundo puede pasar por las mismas. Esto ha hecho que los docentes con más de 30 años de experiencia hemos tenido la necesidad de adaptarnos y utilizar métodos virtuales, el campus virtual para disponerles material, tener foros de consulta, etc. Son cosas que poco a poco hemos ido incorporando y aprendiendo. Pero esto distaba mucho de la enseñanza virtual o a distancia. Y no sólo porque era considerado como un complemento del encuentro personal y semanal, sino que creo que para apellidar la enseñanza como virtual debe cumplir con el objetivo principal de transmitir esa información y que los alumnos la reciban, comprendan, apliquen y puedan utilizarla cuando el conocimiento en cuestión sea requerido.

Lo que nos pasó es que, de un día para el otro, docentes tradicionales y presenciales nos tuvimos que convertir en virtuales. Comenzó la búsqueda de formas, el ensayo de métodos y la evaluación diaria de cuál es mejor. Tuvimos que cambiar los rostros de nuestros alumnos por un chat, o por su voz en un micrófono y si bien esto a mí me significa una falta, decidí enfrentarla como lo hago con todos los desafíos que me ha presentado la vida. Primero con oración, porque Dios es quien nos utiliza para realizar su obra en nuestra Universidad. Y luego, como una oportunidad, la de estar en contacto con ellos, no sólo las horas de clase por Teams, sino también fuera de hora por correo, por foros y hasta por WhatsApp.

Enseñar matemática, en todas sus formas, no es fácil en la virtualidad, pero se puede hacer, pero obvio que no es sólo tarea del docente, es muy importante la disposición de mis alumnos, que trabajan cada uno en su casa y juntos realizamos la tarea, hacemos ejercicios, gráficas y hasta desarrollos teóricos. Porque ellos preguntan, se involucran, si no, la enseñanza no podría realizarse.

Todas las mañanas me tomo el tiempo de leer sus correos, de ver las fotos que me mandan de lo que están haciendo, de contestarle sus dudas, y de esta forma siento que estoy cerca a pesar de la distancia.

Pablo escribió en Romanos 8:28 “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Hoy parece difícil pensar que esto nos va a ayudar para bien, pero seguramente cuando la prueba haya pasado no seremos los mismos, saldremos pulidos, mejores y dispuestos para seguir trabajando en su obra con un nuevo ímpetu y una mayor urgencia sabiendo que nuestro Señor vuelve pronto.

Mag. Silvia Padró

Docente en la UAP