26
diciembre 2019

El último diálogo con Roberto Rabello, el inolvidable orador de La Voz de la Profecía

El Dr. Daniel Plenc, director del Centro de Investigación White que funciona en la Universidad Adventista del Plata, comparte esta entrevista que sirve como reseña de un destacado líder en el ámbito de las comunicaciones de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. A continuación, el texto en cuestión.

La última persona que habló con el pastor Roberto Rabello fue el pastor Roberto Conrad, ex integrante del cuarteto Arautos do Rei y quien quedó en su lugar como orador de La Voz de la Profecía al jubilarse en 1975. En ese día triste y memorable, Conrad sintió el deseo de hablar con el pastor Rabello. Éste es su relato (1).

Dieciséis de agosto de 1996. ¡Un día inolvidable! Día de fe y esperanza que jamás olvidaré.

Yo estaba en mi casa en Petrópolis [Río de Janeiro, Brasil]. Me acuerdo bien: era viernes y había planeado ir al Mercado Municipal a comprar verduras y legumbres. Estaba listo para salir cuando tuve un fuerte deseo de hacer una llamada telefónica.

–Mi bien – le dije a Janete, mi esposa –tengo un gran deseo de llamar por teléfono a Curitiba, al pastor Rabello y a doña Edith.

–¿Por qué vas a llamar hoy, viernes, en horario comercial, si llamas todos los domingos y hablas con él durante una hora? –respondió mi esposa.

De todas maneras, hice la llamada como a las 9:30 de la mañana. La conversación fue así:

Conrad: Hola, ¿quién habla?

Rabello: Habla Roberto Rabello. ¡Ah! ¿Usted es Roberto? ¿Cómo está? ¿Y cómo está Janete, su esposa? ¿Y cómo van Marcelo y Márcio, sus hijos? ¿Está llamando desde su casa o desde Río?

Conrad: Estoy llamando desde casa, en Petrópolis. Aquí todos bien, gracias a Dios. ¿Y usted, cómo va? ¿Todo bien? ¿Doña Edith lo está cuidando bien?

Rabello: Estoy bien, gracias a Dios. Edith siempre me cuida muy bien.

Conrad: Cuénteme, ¿qué anda haciendo por ahí, en Curitiba? ¿Muchos temas para La Voz de la Profecía?

Rabello: Vea, Roberto, usted sabe que me jubilé y ahora no produzco más temas.

Conrad: ¿Y usted continúa caminando sus cinco quilómetros por día? ¿Su salud está bien?

Rabello: La salud está bien, pero no he caminado más. Edith no me permite andar solo. Sabe, Roberto, sufrí una caída y me lastimé la rodilla. Extraño mis caminatas.

Conrad: Pero si usted no está más caminando ni preparando nuevos temas para la Voz de la Profecía, ¿qué hace todo el día?

Rabello: Estudio la Biblia, oro mucho y canto.

Conrad: ¿Qué? ¿Usted pasa los días cantando? ¡Y yo trabajé 25 años con usted y nunca lo oí cantar! ¿Qué historia es esa?

Rabello: Vea, Roberto, ¿cómo me atrevería a cantar cerca de usted? Sólo podría callarme y oírlo a usted y al cuarteto con sus bellas voces. Pero ahora estoy solo y me gusta cantar.

Conrad: ¿Y cuáles son las músicas que a usted más le gusta cantar?

Rabello: Hay varias, Roberto. Me gusta mucho aquella del padre Zezinho…: “Amar como Jesús amó, vivir como Jesús vivió…”. Pero la que más me gusta es aquella de Wayne Hooper, “¡Oh, que esperanza vibra en nuestro ser!”

Conrad: Pastor Rabello, ¿puedo pedirle un favor? ¡Cante por lo menos una única vez para que pueda oírlo! ¡Por favor!

Hubo un silencio y el pastor Rabello le explicó a doña Edith mi pedido. Ella de lejos, decía: –¡Canta Roberto, canta para el pastor Conrad!

Entonces, él dijo: –Cantaré, si usted canta conmigo. Y ambos nos pusimos a cantar al unísono.

El pastor Rabello, con su voz de bajo, firme y afinada, cantó todo el cántico sin ningún error de palabras, sin desafinar. Era su cántico preferido y cantó: ¡Oh, que esperanza vibra en nuestro ser…!

Después de concluir el cántico, con emoción, él preguntó:

Rabello: Entonces, Roberto, ¿le gustó? ¿Cómo salí en la prueba?

Conrad: Pastor Rabello, si yo hubiera sabido que usted canta tan bien ni debería haber ido a trabajar a La Voz de la Profecía, con Los Heraldos del Rey.

Rabello: ¡Déjese de tonteras! Bien, Roberto, me siento cansado. Ahora, voy a bañarme y después voy a descansar. Hable ahora con Edith. Ella quiere hablarle un poco. ¡Hasta el domingo!

A esa altura, doña Edith dejó el teléfono e insistió para que el pastor Rabello se bañase más tarde, antes de la puesta del sol. Mas él estaba decidido a hacerlo en aquel momento. Finalmente, se pusieron de acuerdo, y ella volvió al teléfono.

Después de eso, conversé unos diez minutos más con doña Edith. Cortamos la llamada y prometimos que iríamos a “ponernos al día” el domingo, 18 de agosto.

No sabemos todos los detalles, pero, mientras doña Edith conversaba con el pastor Conrad, el pastor Rabello fue al baño y el auxiliar le dio un baño rápido. El cuarto quedaba al lado del baño y, al volver, quedó de pie para acostarse en la cama, y fue justamente cuando tuvo un derrame y falleció.

Concluye Roberto Conrad: ¡Cuántas cosas me hubiera gustado decirle: ¡cuánto lo admiraba, la inspiración que él fue para mí y para tantos otros y cuánto lo amaba! Pero mi última oportunidad se había ido. No tendríamos más aquella conversación cordial del domingo. No habría más ninguna llamada al pastor Rabello. Aquella había sido la última, la última de todas.

 

Traducción de Daniel Oscar Plenc

1– Tomado del libro de Léo Ranzolin, Uma voz dedicada a Deus: a vida de Roberto Rabello, o inesquecivel orador da voz da profecia (Tatuí, Sao Paulo: Casa Publicadora Brasileira, 2007), ps. 83-86.